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El cañón del río Dulce

  Han pasado ya dos años
de aquella excursión cansina
al pueblo de Pelegrina
en la que tanto llovió,
que en la hoz del río Dulce
aquel intenso aguacero,
como sopas —no exagero—,
nuestro cuerpo nos dejó.

  Esta vez sí que acertamos,
vimos los chopos dorados
contra el cielo recortados
entre un intenso verdor,
en un ambiente de otoño,
temperatura agradable
y lluvia poco probable;
un tiempo mucho mejor.

  Empezó nuestra andadura
cuesta abajo, rodeados
por los riscos elevados
que la erosión modeló,
y en la caseta de Félix
Paco unas explicaciones
dio, sobre las grabaciones
que «nuestro amigo» filmó.

  Al fin llegamos al punto
donde empezaba el jolgorio:
la cascada del Gollorio,
un paso que da pavor,
menos mal que no llovía
pues sería una faena,
que agarrado a la cadena
te cagaras de terror.

  ¿Y en la cascada que vimos?
la roca seca y desnuda,
pues la sequía es aguda,
¡vaya una desilusión!;
por consiguiente, tuvimos
que volver, ¡vaya faena!,
otra vez por la cadena
todo el grupo en procesión.

  Por la otra margen del río
avanzamos contemplando
como nos iba dejando
el otoño su esplendor,
ofreciendo a nuestro paso
con los árboles frutales
y numerosos nogales
sinfonía de color.

  Abandonamos el río
por camino de herradura
y al llegar a cierta altura
tomamos el tentempié,
mientras juntos admiramos
el arbolado amarillo
y allá en lo alto el castillo
que encaramado se ve.

  Proseguimos nuestra ruta
por el páramo con prisa,
que el horario lo precisa,
para llegar puntual
a la Cabrera, pasando
por terrenos descuidados,
atravesando sembrados
en un entorno rural.

  Cuatro habitantes detenta
el censo de la Cabrera,
pocos, pues se considera
despoblación general,
pero, por sorpresa, vimos
niños jugando, ¡qué extraño!,
pues aquí hay algún engaño:
una excursión colegial.

  Por el Camino del Cid
seguro el grupo camina
directo hacia Pelegrina,
sobrevuela algún rapaz,
entre tierras de cultivo
por el río, aguas arriba,
avanza la comitiva
aventurera  y audaz.

  Al pasar,  junto al camino,
¿qué es aquello tan curioso?
¡avispas, qué peligroso!
y yo sin el botiquín;
mas no pudo contenerse
algún otro compañero
de escarbar el avispero
y atacaron a Antolín.

  Al fin se vio Pelegrina
con su castillo en la cima;
vemos como se aproxima
ya la hora del yantar,
vayámonos apurando
que el horario es muy tardío,
el cocido estará frío
y habralo que calentar.

  Así empezó la comida:
los del cocido a la diestra,
el cabrito a la siniestra,
y el banquete comenzó;
el chivito quedó escaso
mas como sobró cocido,
como hermanos compartido
este se les ofreció.

  Por el día inolvidable
y amistades solidarias,
cuatro con cinco sicarias
el cronista puntuó,
lástima que las avispas
sean agresivas criaturas
porque por sus picaduras
las cinco no concedió.

Paco Cantos  30/10/2019

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