la
mañana de febrero
que
con ocho bajo cero
amaneció
en Mataelpino.
¿Cuál
sería nuestro destino?
Cosa
de poco esta vez:
Subida
con placidez,
explanadas
poco angostas,
regreso
con rapidez
y un
cocidito en las Postas.
Pero al fin la exploración
Pero al fin la exploración
distó
de lo planeado
mucho
más de lo esperado,
y desde
aquella ocasión,
nuestra
penosa excursión
de viento
y de sabañones,
aunque
por sus pretensiones
el
título nos descuadre,
se
llamaría «La madre
de
todas las excursiones»
Algunas vacilaciones
Algunas vacilaciones
y
empezamos la subida
con intención
decidida
de
alcanzar sin dilaciones
la cuerda
de los Porrones.
Dos
kilómetros apenas,
pasamos
unas colmenas
con un
cartel avisando:
«Hay
abejas trabajando»,
¡si te
pican, allá penas!
Se nos vino un nubarrón,
Se nos vino un nubarrón,
se iba
agravando el relieve,
surgieron
copos de nieve
en
haciendo la ascensión
al collado
del Porrón,
donde
el viento huracanado
te
dejaba congelado;
temperatura
aparente
equivalía
a menos veinte,
frío jamás
soportado.
Nunca el grupo conoció
Nunca el grupo conoció
tales momentos
agónicos,
pues
todo se congeló:
cámaras,
móviles clónicos,
aparatos
electrónicos,
narices,
dedos y orejas,
a algunos, ¡hasta las cejas!,
agua
de las cantimploras,
cuellos
de las cazadoras...,
pero
no se oyeron quejas.
Con este clima temible
Con este clima temible
progresamos
por la sierra
al
filo de lo imposible.
¡Vaya
mañana más perra,
así
cualquiera se arredra!,
¿llegaremos
algún día
con estas
vistas opacas
al
collado de las Vacas?
Y
aunque poco se veía
muy
pronto se llegaría.
Pero al dejar el collado,
casi
sorprendentemente
el ventarrón
mencionado,
en
nevada, bellamente,
se
convirtió de repente,
y descendiendo a destajo
hacia
el sur y cuesta abajo,
poco
tiempo nos quedaba
pa'l cocido
que humeaba
ventilarnos
sin trabajo.
Que en las Postas, por febrero
como
manda la costumbre
hay que
comerse el puchero,
sopa y
luego la legumbre,
sentado
junto a la lumbre.
y como
los convidados
éramos
disciplinados,
buena
cuenta del cocido
que
nos hubieron servido
dimos de
cuatro bocados.
Mas cosa muy sorprendente,
a
acompañar la comida
se obsequió
como bebida
un
botijo solamente
relleno
con aguardiente,
y todo
el mundo rió
cuando
al «nuevo» se ofreció
la
bebida camuflada;
con
esto se le gastó
su
primera la novatada.
No conocí otra ocasión
No conocí otra ocasión
ni
siquiera en muchos años,
que
alguien en su cumpleaños
acudiera
en conjunción
a su
primera excursión,
salvo
el caso de Santiago,
el
nuevo senderomago
que
ese octavo de febrero
hizo
su primer sendero.
¡Santiago,
toma otro trago!
Quince fuimos los valientes
de
aquella marcha excelente;
quince
y solamente quince
sin
hacernos ni un esguince:
Nico,
Carlos, Juan, Joaquín,
los
dos Antonios, Santiago,
Manuel,
Javier, Antolín,
José
Luis, José María,
Paco,
Miguel Ángel Laso
y un Servidor
que escribía.
Y es precepto establecido
al
final de la partida,
calificar
la salida:
Por
todo lo acontecido,
cómo
nos supo el cocido,
la tormenta,
el ventarrón
y
gestas extraordinarias,
fue la
única ocasión
en que
obtuvo una excursión
la
nota de ¡seis sicarias!
Paco Cantos 8/2/2010
Paco Cantos 8/2/2010
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