nos proporcionó su ayuda;
fue debido a él, sin duda,
que hubiera tanto esplendor.
Dio
comienzo la excursión
en el lugar de La Isla
y el protocolo legisla
empezar sin madrugón.
Primero
nos dirigimos
a un mirador sin hayedos:
Mirador de los Robledos,
donde buenas vistas vimos.
Seguimos
hacia el oeste,
—¿Hoy cuándo se desayuna?
—¡Después de ver la laguna!
Subimos por zona agreste
hasta
Cabeza Mediana,
esa loma dominante,
redonda y exuberante
que es del valle capitana.
Seguimos
hacia la Silla
de Malabarba, un collado,
que no es silla de sentado,
sino paso, o bien portilla.
Y en la
cuerda, lo siguiente
era de lo más curioso:
nuestro Cerrito Sarnoso
tras remontar la pendiente.
Sarna
con gusto no pica
y tras un descenso ancho,
Sillada de Garcisancho,
¡La cosa se clarifica!
¡La cosa se clarifica!
Era el
punto de retorno,
donde subir se acababa;
ya solo bajar quedaba
para cerrar el contorno;
y
tomamos, con ventaja,
sin enredos, sin atollo,
una margen del arroyo
que de Peñalara baja
cruzándolo
varias veces
entre piedras resbalosas;
¡Podrían poner baldosas,
tropiezan hasta los peces!
En esta
zona vaquera
la amplitud es estrechura:
el Valle de la Angostura,
su nombre así lo asevera.
—¿Cuándo
se come otra vez?,
—¡Qué pesado es este tío!
Y comimos junto al río
con bastante placidez.
Mas,
para la digestión
es muy malo zambullirse,
que podría producirse
un paro de corazón;
y aun se
necesitaría
por lo menos un valiente.
—¿Hay alguno entre la gente?
Paco nos respondería:
«Yo me
ofrezco voluntario»,
y se tiró de cabeza
a las aguas, sin tibieza
¡ni que fuera un balneario!,
porque
el agua estaba helada,
siete grados sobre cero,
un motivo verdadero
de destacar la machada.
Llegados
a este momento
nos restaba del trayecto
por camino bien directo
volver al aparcamiento
para
acudir sin tardar
a la Pradera del Santo,
que esperaba, mientras tanto,
la verbena popular.
Paco Cantos 15/5/2019
Paco Cantos 15/5/2019
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