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El tejo del Barondillo

  ¿Cuál es el árbol más viejo
de Madrid, comunidad?
Si no sabéis, preguntad,
pues la respuesta es un tejo
de siglos de antigüedad.
  Partiendo de la Angostura,
la excursión no es nada dura;
por un camino sencillo,
pronto veréis la figura
del tejo del Barondillo.
  La Comunidad legisla
que este es árbol singular;
lo fuimos, pues, a observar
partiendo desde la Isla
para luego progresar
  por la margen del Lozoya,
o, más bien, de la Angostura,
que en esta hermosa natura
es donde se desarrolla
nuestra gloriosa aventura.
  Entre pinos y rebollos
tomamos sendas que atajan
por empinados arroyos
que de Asómate de Hoyos,
allá en Cuerda Larga, bajan;
  y tras unos resoplidos
en apenas una hora,
para nada agotadora,
nos quedamos sorprendidos
al ver la deslumbradora
  y sorprendente estructura
d'este árbol tan añejo
que en medio de la espesura
mostró por fin su figura:
un impresionante tejo.

  Junto al tejo más anciano
otros están a su lado;
han crecido de la mano
junto a su primer hermano;
juntos han avejentado,
y es algo muy usual
nombrar al grupo global:
si con pinos es pinar
y con robles, robledal,
cuando hay tejos es tejar.
  Asombra que sean tan viejos
y nos deja muy perplejos,
que en unos tiempos lejanos
los legionarios romanos
vieran estos mismos tejos;
  y aquellos que construyeran
en Segovia el acueducto
puede que se sorprendieran
al ver en este reducto
cómo los tejos nacieran.

  Las doce en punto sonaron
y a la sombra de los tejos
los tentempiés se tomaron
acatando los consejos:
unos de otros separados.
  Cuando bien se desayuna
se hace mejor el camino;
lo siguiente, una laguna
de color verde aceituna;
la superficie —imagino—,
  que el fondo no se veía;
según la cartografía,
este bello fotograma
Raso del Baile, se llama,
aunque raso… poco había.
  Para evitar mucho andar,
bajamos por un atajo
todo el tiempo cuesta abajo.
Dice un refrán popular:
«no hay atajo sin trabajo»,
  y este caso ejemplo es,
que un kilómetro después,
te duelen las pantorrillas,
los cuádriceps, las rodillas
y las plantas de los pies.

  La poza de la Angostura es un lugar apacible; cuando el baño era posible te bañabas con frescura; pero hoy es inconcebible, 
  pues la reglamentación
nos prohíbe el chapuzón
en cualquier alberca o charca
de lo que la sierra abarca,
pero nada hace mención
  a comerse un bocadillo
a la orilla de la poza,
aunque siempre algún listillo
mete los pies y algo goza
refrescando el «pinrelillo».
  Allí, por tanto, comimos
en paz, sosiego y sin prisa;
luego, todos nos reunimos
en una zona más lisa
donde juntos nos hicimos
  nuestra foto colectiva,
mientras, esta vez, un dron
nos filmaba desde arriba,
dándonos una visión
y una nueva perspectiva.
  Nos quedaba retornar
volviendo al punto inicial
y unos refrescos tomar;
y os dejo para acabar
un serventesio final:

  «No podréis encontrar árbol más viejo,
que no haya sufrido innumerables daños,
salvo este colosal y regio tejo
que ya ha cumplido casi dos mil años».

Paco Cantos  15/07/2020