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Siete Picos con nieve

     No eran buenas previsiones
de la meterología,
la AEMET así lo decía:
«Muy gélidas sensaciones,
viento fuerte todo el día...»,
pero en muchas ocasiones
las previsiones engañan,
pasó en otras excursiones,
cosas que no nos extrañan;
y esta excursión invernal,
además de ser genial
—si no confundo las cuentas—,
en mi cómputo total
hizo mi excursión trescientas,
y otros datos hay que darlos
sin que nadie los desmienta:
otras tantas hizo Carlos
y Flor hizo las cincuenta.

     Aprovechando —por cierto—
esta primera nevada,
con un cielo descubierto
nos juntamos en el Puerto
—cierto— de Navacerrada.
Empezando la ascensión
por un repecho empinado,
todo pinos y nevado
y algún que otro resbalón,
sin apenas sobresalto
y sin mucho resoplar
pronto llegamos al Alto
del Telégrafo, lugar
desde el que ya se tenía
una visión colosal,
y es que ya se preveía
que nos esperaba un día,
como poco, excepcional.
Mas, antes de proseguir
era cosa preceptiva
tomar como souvenir
nuestra foto colectiva.

     Un poco más adelante
hay una zona sin pinos,
parada del caminante.
Desde esta vasta pradera
se eligen varios destinos,
es el cruce de caminos
de la Piedra Ventolera.
Proseguimos la excursión
al oeste y cuesta arriba;
no era una cuesta excesiva
pero nieve, había un montón.
Y con esta perspectiva,
por senderos inclinados,
crei que se aparecieran
fantasmas muy embrujados;
pero aunque lo parecieran
no eran fantasmas, pues eran
cientos de pinos nevados.

     Llegamos al Somontano
séptimo pico oficial,
también el más oriental
y el más alto del rellano,
ya eran las doce, y diré
que, como otras ocasiones,
paramos sin dilaciones
a tomar el tentempié,
cosa que yo aproveché
—no me faltaban razones—
y a todos los invité
con suculentos bombones.

     El sexto —siempre lo ha sido—
fue el más duro de pasar,
«piedra y hielo ¡no juntar!»,
dice quien lo ha recorrido.
El resto fue pan comido,
pues aun cubierto de nieve
hasta el segundo, fue breve,
y con paso decidido,
que, aunque parezca muy llana,
la nieve se subestima,
es crujiente por encima
como crema catalana,
pero blanda por debajo,
se hunde y metes la pata
de una manera insensata
¡qué dificultad, carajo!

     Bajar la cuesta empinada
de la Lóbrega Cañada
fue cosa muy divertida,
y por la nieve caída
no fue cosa complicada
llegar muy pronto al Collado
Ventoso, donde comimos,
descansamos y seguimos
el camino tan trillado
del Schmidt, que nos llevó,
cómodamente y sin prisas,
con superficies más lisas
por la nieve que cayó,
al lugar de la partida:
nuestro Puerto conocido,
tantas veces recorrido
por esta familia unida.

      Y ahora que todo ha acabado
doy mi calificación
de esta soberbia excursión
que tanto nos ha gustado:
Dos sicarias por el día
porque no nos hizo viento,
otra por el sentimiento
de amistad que nos unía,
dos por la inmensa nevada
y otra más por esas las vistas
envidia de paisajistas.
Y con la cuenta ya echada,
por más que le pongo ahinco
al menos me salen seis,
pero no puedo — ya veis—
que ponerle más que cinco.

Paco Cantos  25/1/2023






Repaso al 2022

     Empecé el año pidiendo
que este fuera, por favor,
solo un poquito mejor,
pero se nos fue torciendo,
¡así es esta vida perra!
pides más felicidad,
paz y buena voluntad,
y en vez de paz, tienes guerra.
Resumo, pues, ¡míralos!,
los hechos y las hazañas
vividos entre montañas
este dos mil veintidós:

     Fue nuestra excursión primera
una de frío y de hielo
que nos produjo canguelo
al pasar la Cagalera.
     Si lo piensas y echas cuentas,
en GMSMA todo llega;
en la Cruz de la Gallega
hemos cumplido seiscientas.
     Qué aparatosa caída
y qué cosa más morbosa,
volver de La Maliciosa
con la cabeza cosida.
     Esto no me tranquiliza
y me causa mucho daño:
hemos ido a la Pedriza
solo una vez este año.
     Me quedé un poco perplejo
de esta visita tan grata,
la antigua mina de plata
del pueblo de Bustarviejo.
     Excursiones singulares:
Mallorca, Cazorla, el Jerte,
Asturias, Creta, ¡qué suerte!,
con Pirineos glaciares.
     De Villalba al Escorial
fuimos andando de ida
y volvimos, de venida,
en un tren, ¡fenomenal!
     La paleta de colores,
que no ves todos los días
la vimos con las peonías
y con otras muchas flores.
     Barrancos, pizarra y jara
del Atazar a la Puebla,
mucho sol y poca niebla,
aunque alguno se cansara.
     La Mujer Muerta trepamos
con un calor contundente,
y en el miércoles siguiente
por poco nos congelamos.
     Los que no le tienen fobia
al agua se han refrescado
este verano pasado
en las charcas de Segovia.
     Para tomarnos la cena
a Siete Picos subimos,
y allí, todos nos hicimos
fotos con la luna llena.
     Ascendimos puntuales
al San Pedro, y en su cumbre,
pedimos, como es costumbre,
que nos librara de males.
     No pude acudir, ¡qué pena!,
aunque otra vez se repita,
esta excursión tan bonita
al Pino de la Cadena.
     Dinosaurio y Tiburón
no son dos piedras vulgares,
sino piedras peculiares
que nos molan un montón.
     Excursión poco serrana
todos sabemos por qué,
la Casa de Campo fue
una excursión muy urbana.
     Y allí, en Vegas de Matute
unos niños nos cantaron
villancicos que causaron
un gran deleite y disfrute.

     ¿Es algo premonitorio
peregrinar, penitentes,
el día de los Inocentes,
al lugar del Purgatorio?
Pues Antonio nos gastó
una gran inocentada
convocando una quedada
a tomarnos ¿por qué no?
las uvas en Peñalara.
Muchos picaron creyendo
que eso era un plan estupendo,
aun siendo la cosa rara.

     En crónicas anteriores
afirmé que el año entrante
sería más fascinante
y con momentos mejores,
pero esta vez no me mojo,
¿cómo será el nuevo año?,
os lo digo sin sonrojo:
Con no ser peor, me apaño.

Paco Cantos  1/1/2023

Quintillas de la luna llena

    Como todos los veranos,
—y esto ya es una costumbre—,
hemos subido a una cumbre
para contemplar, ufanos,
desde estos montes serranos,
algo que es, sin duda alguna,
conjunción muy oportuna:
irse el sol por el oeste
y enfrentada, por el este,
la salida de la luna.

    Nos juntamos en el puerto
de Navacerrada, ¡cierto!
Mágica noche soñada,
mucha gente congregada
y el parking nada desierto.
Comenzamos la excursión
con mucha disposición,
y así, sin muchos engorros,
fuimos hasta Los Cogorros
emprendiendo la ascensión
por una pista de esquí,
y al llegar a la pradera
de la Piedra Ventolera
la cuesta no es baladí,
pues comienza una pedrera
que a Siete Picos nos lleva,
al pico de Somontano
que es el pico más cercano
y el que más alto se eleva,

    Al llegar al altozano
el sol casi se ocultaba.
—¡Foto de grupo! —anunciaron,
pues la luz ya se escapaba.
Veintiocho se contaron
y alguno ya preguntaba:
—¿Ya es la hora de cenar?,
que tengo un ansia lobuna.
—Pues no vamos a esperar,
porque para despuntar,
le falta un rato a la luna.

    Cenamos, tranquilamente
mientras la luz decaía;
postre y café, finalmente,
y alguno estaba impaciente,
pues la luna no salía.
Por fin asomó, graciosa,
salió por La Maliciosa;
la Superluna de agosto
iluminó nuestro rostro
en actitud silenciosa,
mientras, en la noche oscura,
muchos fervientes devotos
veneraban la figura
de su circular blancura
haciendo cientos de fotos.
La claridad de la luna
impidió ver las estrellas
fugaces, que son tan bellas,
pero no vimos ni una
de las perseidas aquellas.
—¿Por qué no nos vamos ya?
—se oyó repentinamente.
—¡No me seas impaciente!,
un poquito más, quizá,
diez minutos solamente.

    Si la subida fue mal
con la luz habitual,
entre pinos y sin luz,
la bajada fue fatal.
¡Válgame Señor, qué cruz!,
una fila muy extraña
de luces serpenteantes
bajando de la montaña
como La Santa Compaña,
luces muy desconcertantes.
Y en llegando a La Pradera
no cogimos la ladera,
nos tiramos por las pistas
de esquí. ¡Vaya deportistas,
así desciende cualquiera!
Mas, faltaba una sorpresa:
la pista estaba cerrada
por una valla muy gruesa
que solo de una sentada
saltamos, como si nada.

    Y esta es mi valoración
de esta pequeña excursión
de bajadas temerarias,
por esa misma razón
solo le doy tres sicarias.

Paco Cantos  12/08/2022

Los Ojos del Río Moros

    Por la calzada romana
vetusta y llena de cantos
íbamos los veintitantos,
camino de la Fuenfría,
todo el tiempo cuesta arriba
por los caminos de grava
mientras alguno exclamaba:
¡Vaya cuesta, madre mía! 

    El miércoles precedente,
desde el Pasapán al Oso
hizo un calor bochornoso.
¡Hay que ver, quién lo diría!
Qué cambio tan repentino,
hoy, que vengo de verano,
hace un aire siberiano
al llegar a la Fuenfría. 

    ¿Quién se ha dejado en Segovia 
alguna ventana abierta?,
pues hasta la Mujer Muerta
hoy tiene un aire glaciar.
¡Vaya frío que hace en mayo!
si llego a saberlo antes
habría traído guantes,
y un denso forro polar. 

    Subimos hasta el Minguete
¿Y qué hay del Montón de Trigo?
Mejor no contéis conmigo,
subiré en otra ocasión,
pero hasta la Tirobarra,
cerca de la Pinareja,
si la ventolera deja
no es mala proposición. 

    Otra vez aire del norte
bajemos, pues, hacia el valle
y os explicaré un detalle
que os extrañará un montón:
En un lugar aquí cerca
sale el agua de la tierra,
agua pura de la sierra
que brota de sopetón. 

    Son los Ojos del Río Moros,
donde nace, de repente,
como si fuera una fuente
este río montañés,
lugar de merienda y siesta
del cansado caminante,
un momento relajante
para proseguir después. 

    Otro punto de la ruta
nos lleva a la Marichiva
por una senda atractiva
de perfil horizontal
que, sin muchos sufrimientos,
por un pinar sorprendente,
nos lleva directamente
al límite provincial. 

    Ya era todo cuesta abajo.
Por un camino empinado,
sin atajar demasiado,
que como dice el refrán:
«No hay atajo sin trabajo»
Al final hay una puerta,
¿está cerrada o abierta?,
que lleva a Majavilán .

    Y en Casa Cirilo, todos,
apurando las cervezas
nos contamos las proezas
de la pasada excursión, 
que, aunque lejos de Cazorla,
y en entorno muy opuesto,
acabamos, por supuesto,
con total satisfacción.

   Paco Cantos  25/5/2022

¡Vaya año!

    Terminé el año pasado
con el deseo oportuno
que en el año veintiuno
todo hubiera mejorado,
pero al hacer el recuento
del año que ya ha vencido
hay cosas que han sucedido
que no me dejan contento.
    Un nuevo virus mutado
¡vamos por la sexta ola!,
no hay plaga que venga sola
y los males no han cesado,
erupciones del volcán,
la borrasca Filomena...
todo ha sido una condena
que nos ha jodido el plan.
Menos mal que en ocasiones
entre tanta adversidad
está la felicidad
que dan nuestras excursiones:
    Hemos trotado por montes,
el de Boadilla y de El Pardo,
grato recuerdo que guardo
de aquellos dos horizontes.
    Hemos saltado las vallas
para andar por las dehesas
y nos llevamos sorpresas
al ver varias atalayas.
    Hemos bajado al subsuelo
¡curiosidad nos empuja!
a la Cueva de la Bruja
y a la mina del Consuelo.
    Hemos pisado la nieve
y en Peñalara la cosa
se puso tan engorrosa
que la jornada fue breve.
    Hemos visto Cuerda Larga
en invierno y en verano,
con un calor africano
o con un frio que aletarga
    Hemos pisado Segovia
tantísimas veces más,
que estoy pensando, quizás,
si buscarme allí una novia.
    Hemos subido montañas,
pasado desfiladeros,
traspasado vertederos
y las cosas más extrañas.
    Hemos seguido canales
en el sitio de Aranjuez,
qué maravilla, ¡pardiez!
son sus jardines reales.
    Hemos visto en Alcalá
de noche, la luna llena,
algo más de una docena
de lunas que vimos ya.
    Hemos pasado zozobras
descendiendo unas buitreras
por peligrosas pedreras
y arriesgadas maniobras.
   Hemos gozado del viento
la lluvia y hasta el granizo,
del bocata de chorizo
disfrutando del momento.
    Adiós digo al veintiuno
año lleno de pesares
y catástrofes por pares
que no deseo a ninguno,
y una cosa solicito
para el dos mil veintidos:
¡Esperemos, quiera Dios,
que no venga un meteorito!

   Paco Cantos  1/1/2022

La atalaya del Vellón

     Aun siendo La Inmaculada
el GMSMA no se para.
Ni aunque lloviera o nevara,
ni aunque cayera una helada,
la excursión se anularía.
No se admite una excepción,
si es miércoles, excursión,
lo demás es tontería.

     Antonio me encomendó
conducir la expedición
que comenzó y terminó
en el pueblo del Vellón.
Fuimos pocos este día,
once, pero muy osados
al estar amenazados
por la meteorología
y un puente que mermaría
el número de apuntados.

     Esta excursión circular,
por la forma de su ruta
—que nadie me lo discuta—,
fue más bien cuadrangular.
En nuestra etapa primera
nos movimos por caminos
entre vacas y gorrinos
mirando hacia La Cabrera.
Luego un cambio se produjo,
al encontrar un regajo
hacia el este y cuesta abajo,
cuyo cauce nos condujo
por una senda encantada
de vegetación frondosa,
exuberante y preciosa,
totalmente rodeada
por unos grandes terrones
de paredes pedregosas
y formas vertiginosas
llamados Los Quebraones. 

     Un error de navegante
hizo que yo les guiara
—¡qué cosa más humillante!—
por la senda equivocada
hacia un alto dominante.
Mas el refrán dice que
«No hay mal que por bien no venga».
—Las doce en punto —avisé—
¡A tomar el tentempié,
cada uno lo que tenga!
Retomamos al final
la senda correctamente,
llegando seguidamente
a una pista del Canal,
y por ella recorrimos
sin correr a todo gas
cuatro kilómetros más
hasta que por fin la vimos. 

     —¡Vaya, vaya,
si ya se ve la atalaya! 

     Ya se ve, pero allí arriba
a mil metros más o menos
la torre de sarracenos.
La subida fue intensiva
y era hora de comer;
—¡Entonces, comamos, pues!
Pero un viento de través
que no nos dejaba ver
apareció de repente,
preguntándonos, no obstante,
si lo más inteligente
era seguir adelante,
porque comerse el bocata
en el pueblo del Vellón,
es mejor proposición
que bajo la lluvia ingrata.
Así pues, al pueblo fuimos
que ya cerca se veía
y tal como yo os decía,
los bocatas nos comimos,
aunque de forma tardía. 

     Y ahora el tema literario.
Hice una pregunta irónica:
—¿Quién escribirá la crónica,
quién se ofrece voluntario,
hay alguno que querría?
Un absoluto mutismo.
—Pues la escribiré yo mismo
y además lo haré en poesía.
Cronista, poeta y guía,
¿afán de protagonismo?
ser todo en el mismo día,
y además me toca a mí
calificar la excursión,
pues os diré mi opinión
tal y como prometí:
Tras pensarlo con ahínco 
y sin querer hacer tongo,
a esta marcha yo le pongo
sicarias, tres coma cinco.

Paco Cantos  8/12/2021

Descendiendo el Yelmo ayuso

     «Se convoca una excursión
al Yelmo de la Pedriza,
quien suscribe garantiza
aventura y diversión».
¿Quién pudiera resistirse
ante tal convocatoria?,
si esto llegara a cumplirse,
la excursión haría historia.

     En el Tranco comenzamos
con aforo suficiente,
esta vez no nos juntamos
ni poca ni mucha gente.
La mañana era estupenda
y empezamos las primeras
subidas por una senda,
Senda de las Carboneras.
A mitad de la ascensión
nos paramos un momento
para hacer reagrupamiento
en un inmenso balcón
que al pasar la Gran Cañada,
para admirar Manzanares,
su castillo y sus lugares,
siempre es parada obligada.
Proseguimos la subida
donde el camino se inclina
hasta llegar enseguida
al Collado de la Encina,
una pequeña meseta,
donde ya la perspectiva
nos anunciaba la meta,
y un poco más para arriba
llegamos a la pradera
del Yelmo, ¡qué impresionante,
a cualquiera pareciera
estar ante un gran gigante!
Ante ese gran paredón
tan grande como un castillo
antes de hacer la ascensión
tomamos un bocadillo.
Dos compañeros dijeron:
«Paco, no nos amenaces»
y hacia el Tranco se volvieron
cual dos estrellas fugaces.

     Y ahora viene lo mejor
y lo más impresionante
aunque sea lo peor
para todo principiante;
ante tal incertidumbre
es costumbre necesaria
al ascender a la cumbre
elevar esta plegaria:

     «Encomiéndome a San Telmo
porque si no, retrocedo,
para coronar el Yelmo
por el Corredor del Miedo»

     Cualquier montañero sueña
con contemplar la Pedriza
en lo alto de esta peña
que más la caracteriza.
Yo recomiendo una dieta
para subir esta vez:
más frutas, menos panceta
y un poco de delgadez,
porque si alguno se agobia
es mejor poca cintura
que padecer claustrofobia
en esta estrecha hendidura,
pero mereció la pena
pasar por esta angostura.
Si subiste, ¡enhorabuena!,
si no, ¡que gran amargura!

     Y después de la bajada
fue una sorpresa muy grata
dónde hicimos la parada
para comer el bocata,
porque no hay mejor placer
que el de sentarse a la orilla
de la hermosa Lagunilla
a la hora de comer.

     Tras este descanso extenso
solo nos faltó la siesta
e iniciamos el descenso
sin que mediara protesta.
Bajando unas veredillas
por esta zona montana
recordé las serranillas
del Marqués de Santillana,
que andando por estos lares
dedicó con mucha gana
a Menga de Mançanares,
una rolliza serrana:

     «Desçendiendo'l yelmo á yusso
contra'l Bóvalo tirando
en esse valle de susso
ví serrana estar cantando»

     Para evocar al marqués
en busca de la mozuela,
aunque seis siglos después
seguimos su cantinela:
Yelmo abajo descendimos
hacia El Boalo tirando,
pero serranas no vimos
ni cantando ni bailando,
que hoy serranas no se ven
por la Pedriza cantando
sino que se ven, más bien,
montañeras caminando.
Me imagino yo al marqués
por estas sendas tan duras
como una cabra montés
buscando sus aventuras;
¡vaya colosal paliza,
disponiendo de un castillo
subir hasta la Pedriza
con tal de echar un polvillo!

     Dos kilómetros abajo
arribamos al destino,
y aun siendo el mismo camino,
bajar dio menos trabajo,
pero nos dio mucha sed,
ganas de beber muy fuerte;
¿habría un bar?, pues sabed
que sí, que tuvimos suerte,
y en el bar nos esperaban
las dos estrellas fugaces,
donde tomamos, voraces,
las cervezas que aguardaban.

     Jorge ofició de cronista
y como le entusiasmó
la estrechura masoquista,
cinco sicarias le dio
a esta excursión pedricera,
a la cual yo digo adiós,
y cuya serie numera
quinientos sesenta y dos.

Paco Cantos  26/5/2021

Granizos en Colgadizos

     Comenzó en Somosierra, que es un puerto
donde Madrid se junta con Segovia,
una excursión por monte tan abierto
que nos podría dar agorafobia.

     A la cita matinal
segovianos acudieron
del lado septentrional,
y madrileños lo hicieron
del lado meridional.
Subimos, para empezar,
una loma que se eleva
con subida regular,
llamada Majada Nueva.
Tuvo en tiempos su esplendor,
aquí una famosa escuela,
la de vuelo sin motor,
donde el suelo se nivela
para aterrizar mejor;
pasamos sin trascendencia
por los antiguos hangares;
fuimos a la residencia,
unas casas singulares
que hoy son todo decadencia,
construcciones de granito
que nosotros exploramos
mientras fotografiamos
nuestro rincón favorito.

     Seguimos subiendo, ufanos,
hasta la Peña del Muerto,
los primeros altozanos
de los Montes Carpetanos,
a media legua del Puerto,
y más alto sobre un claro
vimos algo más bien raro.
¿Era un platillo volante
o era una seta gigante?
No, pues era un radiofaro
que permite a los aviones
conocer su situación
y hacer la navegación
más fácil, si me lo pones.

     En Peña Zorrillo fue
el lugar donde sonó
la hora del tentempié,
y paramos ¡cómo no!
a reponernos con ello,
pues vino a continuación
el último subidón,
lo que provocó el resuello
de estos pobres andariegos;
subida discrecional
por pista o por cortafuegos,
¿cuál escogió cada cual?
la que quiso, pues dio igual.

     ¡Ay, destino traicionero!,
muy cerca ya del instante
del punto más culminante,
subiendo por el sendero,
nos sorprendió el aguacero.
¿Y sabéis lo que ocurrió?
San Pedro nos vaciló,
y al llegar a Colgadizos
las aguas cambió en granizos
y así la rima cuadró,
mas por culpa de la rima
no paramos ni un instante
en lo alto de la cima,
prosiguiendo hacia adelante
con todo el granizo encima.

      Volvimos, pues, cuanto antes,
por unas pistas bajantes,
protegidos por paraguas,
porque volvieron las aguas,
con nubes amenazantes.
El santo, como es sabido,
es un poquito guasón,
y después de lo caído
esta fue su reflexión:
«A mi cerro, muy leales,
ascendieron puntuales
en ferviente procesión;
se merecen los chavales
que se pare el chaparrón».
Y a partir de aquel momento,
como si fuera un hechizo,
no nos molestó el granizo
ni el aguacero ni el viento.

     La bajada fue empinada,
nadie se quejó de nada
ni se escucharon reniegos
por aquellos cortafuegos
de pendiente endemoniada,
porque ya se vislumbraba,
animándose la gente,
que no lejos y allí enfrente
el puerto nos esperaba.
Mas como broma pesada
nos quedaba una hondonada,
aunque para ser muy franco
la hondonada, más que nada,
era un profundo barranco.
La pendiente del ribazo
y la gran vegetación
produjo algún arañazo,
pero ningún batacazo
ni tampoco remojón,
cosa que los senderistas
afrontamos con valor,
disfrutando con humor
aventuras imprevistas.

     El final era inminente;
aun con el cielo cubierto
iba contenta la gente,
pues quedaba para el puerto
media legua solamente;
y así, sin más miramientos
en el puerto, finalmente,
nos despedimos contentos
hasta el miércoles siguiente.

Paco Cantos  21/4/2021

Canto Hastial

     Después de una larga espera
por fin llegó el equinoccio,
y, por tanto, la primera
excursión de primavera.
Esta jornada de ocio
tuvo su punto inicial
en el polideportivo
de allí, de Moralzarzal,
en un ambiente festivo,
como es lo habitual.

     La primera encrucijada
fue una espinosa alambrada
que de una forma elegante
saltamos, como si nada,
para seguir adelante
por ladera nada llana,
sino más bien inhumana,
entre jaral y pinar,
mucha piedra irregular
camino de la Solana,
una pedregosa loma
que entre las demás asoma;
ese fue el lugar en el que
tomamos un tentempié;
fue nuestra primera toma.

     Proseguimos la excursión
contentos y bien nutridos,
íbamos tan distraídos
cuando así, de sopetón,
oímos los estampidos:
—¿Qué son esas explosiones
que hacen la tierra temblar?
—No son alucinaciones,
son disparos de cañones
en el campo militar.
Mas no hay nada que prohíba
que ellos jueguen a la guerra,
ni a nosotros ir p'arriba,
pues en nuestra perspectiva
de este lado de la sierra
en lo alto se veía
la que sería ese día
nuestra cumbre principal:
la cima de Canto Hastial
en creciente cercanía.
Y en esta mole de roca
que a Pedriza rememora,
tras la fatiga —no poca—,
paramos un cuarto de hora,
y corazón en la boca
contemplamos una cosa
que a todos nos tuvo en vilo:
la pelea no amistosa,
que de manera rabiosa
tuvieron Twiter y Tilo
luchando por la bebida
como si fuera su vida,
pero más nos asustamos
cuando vimos en sus amos
la cara despavorida;
no hubo sangre y, finalmente,
todo quedó en una riña,
y seguimos nuevamente
andando por la campiña
muy desenfadadamente.

     Nuestra etapa posterior
llevaría al mirador
de Peña Liendres, balcón
de excepcional situación
para un buen observador,
donde el bocata tomamos
a la vez que contemplamos
vistas muy emocionantes
de las zonas circundantes;
y tras eso, nos marchamos
con las piernas muy ligeras,
bajando ya de regreso,
y tras unas torrenteras
prosiguió nuestro progreso.
por la senda de Piqueras.
Por fin ya se vislumbraba
una zona urbanizada,
poco a poco se acercaba
la meta tan esperada,
la excursión se terminaba.

     —Pues te has orientado mal,
eso no es Moralzarzal,
sino Collado Villalba,
aún no has llegado al final,
y de andar nadie te salva,
todavía marcharás
cinco kilómetros más.
Algunos ya no podían
seguir al grupo detrás,
y en taxi recorrerían,
hasta el polideportivo,
el recorrido final.
El resto del colectivo
llegamos sin excesivo
deterioro personal.

Paco Cantos  24/3/2021

Arrebatacapas

     Al pueblo de Redueña
fuimos a caminar, toda la peña,
con mucha discrección
para no llamar mucho la atención
ni molestar el sueño
de este pequeño pueblo madrileño.

     Para precalentarnos
y que no pudiéramos enfriarnos,
comenzó la excursión
con subida de gran inclinación,
siguiendo por el cerro,
todos los caminantes más el perro,
cuyo punto cimero
lo marcó el vértice del Chifladero.
Seguimos todo llano
caminando por aquel altozano
hasta que la almenara
del Canal Alto nos interceptara,
lo cual obligaría
a descender por una tubería.

     Mas hubo una sorpresa:
tomar el tentempié sentado en mesa
del área recreativa
—y la sorpresa fue superlativa,
para seguidamente
visitar la ermita de San Vicente.

     Desde Valgallego,
continuamos sin desasosiego,
todos excepto uno,
que tuvo que irse tras el desayuno;
y otra vez a subir
hay que ver cuánto nos gusta sufrir—,
por la cuesta canalla
que nos llevó, ¡por fin!, a la atalaya,
la torre centenaria,
elevada, graciosa y solitaria
donde fueron tomadas,
para ser por todos bien recordadas,
las fotos oficiales,
ya sea en grupo, ya sea individuales.

     Seguimos hacia el este
procurando la zona más agreste,
cruzamos carretera
siguiendo por una senda ligera
hasta que remontamos
o más bien, yo diría que escalamos,
a lo alto del cerro
de Arrebatacapas que, si no yerro,
da nombre a la atalaya
haciéndola, por tanto, su tocaya.

     Con jaras y tomillos,
nos comimos allí los bocadillos;
cambiando de sentido,
y hacia el oeste el paso decidido,
por senda paralela
volvimos persiguiendo nuestra estela,
mas, ¿qué nos esperaba?,
una colmena cerca se encontraba
y a toda la compaña
las abejas atacaron con saña
causando sus estragos
entre algunos de los senderomagos.

     Bajamos un ramal
junto a la depuradora del Canal,
bajamos nuevamente
por un tubo de sifón descendente,
y ya se distinguía
nuestro destino, allí en la lejanía;
quedaba finalmente
un camino bien recto y ascendente
de apenas media legua
que nos hicimos de golpe y sin tregua.

     Y os dejo un ejercicio,
adivinar cuál es el gentilicio
del pueblo de Redueña.
La solución es: cigüeño y cigüeña.

Paco Cantos  14/4/2021