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Cabeza Mediana nevada

  Vientos fuertes racheados,
varios grados bajo cero;
no estábamos en enero
para dar tal predicción.
Preparé el termo caliente,
unos gruesos pantalones,
guantes, guetres y crampones,
propio para la ocasión.

     Para ir a Peñalara
en los Cotos nos citamos
¡Ojalá no nos nevara
al empezar la excursión!,
mas no fue tal el problema 
sino otro impedimento:
no quedaba aparcamiento
¡Pues menudo papelón!

  ¡Tranquilos, nadie se alarme!
Cambiaremos las alturas
por los valles y llanuras
con total celeridad,
que esto ya nos ha ocurrido:
cuando algo le sobreviene
el GMSMA siempre tiene
mucha flexibilidad.

  Nos marchamos a la Isla,
a empezar nuestra aventura
al valle de la Angostura,
donde el tiempo se cambió,
y la meteorología,
como por encantamiento,
la nevada, frío y viento,
todo desapareció.

  Un hermoso mirador,
mirador de los Robledos,
que alcanzamos sin denuedos,
fue nuestro primer jalón
desde donde contemplamos
Peñalara despejada,
toda la zona nevada
y unas vistas de impresión.

     La nieve recién caída,
de blancura cubriría
toda nuestra travesía
desde principio a final;
en perfecta conjunción,
la mañana soleada
y la nieve inmaculada
parecía una postal.

  Íbamos muy distraídos
cuando inesperadamente, 
nos sorprendió, de repente,
la hora del tentempié,
y allí, sobre aquella nieve,
cualquier bebida caliente
nos vino perfectamente,
chocolate o consomé.

  Proseguimos por la pista
que, de forma relajada,
tras una cuesta empinada,
nos condujo sin tardar
hasta Cabeza Mediana,
que fue el punto culminante,
ya que de aquí en adelante
todo sería bajar.

  Pero es costumbre en el grupo
testimoniar nuestra estancia
posando, con arrogancia,
en el vértice en cuestión,
con la toma compulsiva
de fotos inolvidables,
como pruebas indudables
de toma de posesión.

  Seguimos nuestro camino
y llegaron los momentos
de tomar los alimentos,
¡mi bocata de jamón!,
que nos comimos sentados,
y aprovechando unos riscos,
le dimos unos mordiscos
y seguimos la excursión.

  Seiscientos metros después
arribamos al collado
de Malabarba, y al lado,
la bajada comenzó,
entre pinos y nevada
con la máxima pendiente,
Antonio, directamente,
al Lozoya nos bajó. 

  Después tan gran bajada
por la pista y llaneando 
nos fuimos aproximando
a donde todo empezó,
y en la zona de la Isla
incólumes y sin daños
Leonor por su cumpleaños
a las cañas invitó.

  Me correspondió esta vez
también, por añadidura,
valorar nuestra aventura
a lo cual no me negué,
y este es, pues, mi parecer:
Por el paisaje nevado
y el día tan soleado
cuatro sicarias daré.

Paco Cantos  9/12/2020

Otra vez al San Pedro

    Empieza la temporada
dos mil veinte-veintiuno
y es algo muy oportuno
y una cosa muy sagrada,
que al San Pedro, nuevamente,
—lo manda la tradición—,
hagamos nuestra ascensión
casi religiosamente.
Muchas veces a este cerro
el GMSMA ya ha ascendido.
¿Cuántas habremos subido?
He contado y, si no yerro,
llevamos una docena,
once veces por el día,
con calor la mayoría,
y otra con la luna llena,
aunque en una sucedió
que acabamos como sopas,
y caladas nuestras ropas
por el agua que cayó.
Mas que ninguno se extrañe
y que nadie se confunda,
que es la decimosegunda
la que esta vez nos atañe.

  Enfilamos hacia arriba
en grupos de diez en diez
—no es ninguna estupidez,
lo manda la normativa—,
y aunque alguno la deteste,
la subida —hay que admitir—
que menos hace sufrir
es la arista noroeste.
Estábamos ya subiendo
cuando una mujer de rosa
tal como una mariposa
nos adelantó corriendo;
quince minutos después,
vimos corriendo a destajo
otra mujer cuesta abajo
¡es la de rosa otra vez!
Casi no la conocía,
era Pilar Matellano,
que de mañana temprano
sube al cerro cada día.
No fue dura la ascensión
a este cerro solitario
cuya cumbre fue escenario
de nuestra inauguración;
y una vez que descansamos 
se entregaron las estrellas, 
y después, con tres botellas
de cava, todos brindamos.

    «Por esta temporada que hoy empieza,
por que pronto pasemos este horror,
brindemos y tengamos la certeza
que el futuro será mucho mejor».

  Proseguimos —con trabajo—,
de una forma aventurera,
por empinada ladera,
hacia el sur y cuesta abajo.
¿La hora del mediodía,
y zona meridional?,
la combinación fatal
de un calor en demasía.
Continuó la bajada
un poco más todavía,
pues solo terminaría 
al llegar a la cañada,
donde el calor fue un tormento
y quedaban, además,
cinco kilómetros más
para ver un yacimiento
no muy espectacular
ni tampoco nada exótico:
un poblado visigótico
llamado Navalvillar.

  Cerca de allí hay una peña
—Peña Gorda se la llama—,
desde la que el panorama
de la sierra madrileña
se contempla y se percibe.
A este mirador subimos
y muchas fotos hicimos
pues, si no, no se concibe
nuestro paso por allí.
De vuelta ya se veía
San Pedro en la lejanía
¿y cuando miré, qué vi?
Más de cien buitres comiendo
a una vaca inanimada,
que muerta, mas no enterrada,
era un manjar estupendo
para aquellos carroñeros
que los perros ahuyentaron,
y a volar los obligaron
dejando los comederos;
al verlos —os lo confieso—
consideré que, quizás
no son tantos, pues hay más
diputados del Congreso.

    Llegamos deshidratados ¡por fin!, al aparcamiento, y sin perder ni un momento, desde allí, desesperados, sin descansos intermedios y con presteza inaudita nos llegamos a una ermita, la Virgen de los Remedios, lugar donde nos tomamos unas frescas cervecitas, y con gracias infinitas pagamos y nos marchamos.

Paco Cantos  16/9/2020

El tejo del Barondillo

  ¿Cuál es el árbol más viejo
de Madrid, comunidad?
Si no sabéis, preguntad,
pues la respuesta es un tejo
de siglos de antigüedad.
  Partiendo de la Angostura,
la excursión no es nada dura;
por un camino sencillo,
pronto veréis la figura
del tejo del Barondillo.
  La Comunidad legisla
que este es árbol singular;
lo fuimos, pues, a observar
partiendo desde la Isla
para luego progresar
  por la margen del Lozoya,
o, más bien, de la Angostura,
que en esta hermosa natura
es donde se desarrolla
nuestra gloriosa aventura.
  Entre pinos y rebollos
tomamos sendas que atajan
por empinados arroyos
que de Asómate de Hoyos,
allá en Cuerda Larga, bajan;
  y tras unos resoplidos
en apenas una hora,
para nada agotadora,
nos quedamos sorprendidos
al ver la deslumbradora
  y sorprendente estructura
d'este árbol tan añejo
que en medio de la espesura
mostró por fin su figura:
un impresionante tejo.

  Junto al tejo más anciano
otros están a su lado;
han crecido de la mano
junto a su primer hermano;
juntos han avejentado,
y es algo muy usual
nombrar al grupo global:
si con pinos es pinar
y con robles, robledal,
cuando hay tejos es tejar.
  Asombra que sean tan viejos
y nos deja muy perplejos,
que en unos tiempos lejanos
los legionarios romanos
vieran estos mismos tejos;
  y aquellos que construyeran
en Segovia el acueducto
puede que se sorprendieran
al ver en este reducto
cómo los tejos nacieran.

  Las doce en punto sonaron
y a la sombra de los tejos
los tentempiés se tomaron
acatando los consejos:
unos de otros separados.
  Cuando bien se desayuna
se hace mejor el camino;
lo siguiente, una laguna
de color verde aceituna;
la superficie —imagino—,
  que el fondo no se veía;
según la cartografía,
este bello fotograma
Raso del Baile, se llama,
aunque raso… poco había.
  Para evitar mucho andar,
bajamos por un atajo
todo el tiempo cuesta abajo.
Dice un refrán popular:
«no hay atajo sin trabajo»,
  y este caso ejemplo es,
que un kilómetro después,
te duelen las pantorrillas,
los cuádriceps, las rodillas
y las plantas de los pies.

  La poza de la Angostura es un lugar apacible; cuando el baño era posible te bañabas con frescura; pero hoy es inconcebible, 
  pues la reglamentación
nos prohíbe el chapuzón
en cualquier alberca o charca
de lo que la sierra abarca,
pero nada hace mención
  a comerse un bocadillo
a la orilla de la poza,
aunque siempre algún listillo
mete los pies y algo goza
refrescando el «pinrelillo».
  Allí, por tanto, comimos
en paz, sosiego y sin prisa;
luego, todos nos reunimos
en una zona más lisa
donde juntos nos hicimos
  nuestra foto colectiva,
mientras, esta vez, un dron
nos filmaba desde arriba,
dándonos una visión
y una nueva perspectiva.
  Nos quedaba retornar
volviendo al punto inicial
y unos refrescos tomar;
y os dejo para acabar
un serventesio final:

  «No podréis encontrar árbol más viejo,
que no haya sufrido innumerables daños,
salvo este colosal y regio tejo
que ya ha cumplido casi dos mil años».

Paco Cantos  15/07/2020

Redondillas de las Guarramillas

     Me preguntaba, quizá,
¿si se anunciaba tormenta,
no me tendría más cuenta
el quedarme en Alcalá?;
     mas siendo representante
de aquesta ilustre ciudad,
por honor y dignidad
me registré en un instante.

  Estrenábamos verano,
justo después del solsticio
y era un día muy propicio,
para el paseo serrano.
  En el puerto nos citamos
todos con las mascarillas,
esta vez no nos tocamos
—que así el virus no lo pillas—,
  y empezamos la ascensión
desde la misma explanada
de allí, de Navacerrada,
no por pista de hormigón,
  sino por otra empedrada
que por los tubos asciende;
su facilidad sorprende,
y aun sinuosa y quebrada
  cuando menos te lo esperas
ya estás en las Guarramillas
junto a antenas y cabrillas
y enseguida recuperas.

     «Qué sentimiento profundo
y hay que ver que bien me siento
cuando en mi rostro da el viento
aquí en la Bola del Mundo.»

     Al fondo se recortaba
la sombría y misteriosa
cumbre de la Maliciosa,
que un poco nos asustaba
     con ese cielo plomizo;
los truenos que ya se oían
nada bueno nos traían.
¿Será aguacero o granizo?,
     algo que en la Maliciosa
—el mismo nombre estremece—
cuando la tormenta crece
debe ser bien peligrosa.
     ¡Ojito con la tormenta!
ponedle todo el sentido,
que el grupo ya lo ha sufrido:
casi un rayo nos revienta.

     San Pedro nos protegió
porque en su cerro ya un día
le rendimos pleitesía,
¿mas fue él quien nos salvó?,
     porque pienso que San Juan...
¡a veinticuatro de junio!
... nos libró del infortunio
evitando el huracán
     y la lluvia presagiada;
así pues, posteriormente,
temperatura excelente,
ni poca ni demasiada.

     Siguiendo con nuestra ruta
bajamos de forma tal
que al collado del Piornal
—eso no hay quien lo discuta—
     llegamos sin sufrimiento
cuesta abajo y por camino.
Algo mucho más cansino,
mas sin apresuramiento,
     fue la subida costosa
por grandes rocas de gneis,
que como todos sabéis,
conforman la Maliciosa.

     En la cumbre señalada
tomamos el tentempié;
no me preguntéis por qué,
pero una cabra amaestrada
     a cambio de unos bocados
se dejaba sin temores
posar junto a los señores
y ser fotografiados.
     Nosotros por nuestra parte
como humanos responsables
a dos metros, y no hables,
que esta vez no se comparte
     ni la bota ni comida,
que no es una cosa buena
meter mano en bolsa ajena
aunque la cabra te pida.

     Desde esta elevación
con inmejorables vistas,
aunque llena de turistas,
y ecuador de la excursión,
     el camino retomamos
de vuelta a Navacerrada,
punto de inicio y llegada
de nuestra ruta. Bajamos
     otra vez hacia el collado
—la Maliciosa está sola
y es más baja que la Bola—,
y después de haber bajado
     otra vez ir hacia arriba
directos a las antenas,
doscientos metros apenas
de pendiente positiva
     y al final la gran bajada.
¡Vaya coñazo, copón,
si es la pista de hormigón!
Mas antes una parada,
     para lo cual elegimos
la estación del telesilla
—la primera Guarramilla—,
descansamos y comimos,
     pues la hora lo dictaba.
El final no fue excitante:
bajada insignificante
y la marcha se acababa
     con el modo habitual
de tomar en Venta Arias
las cervezas necesarias
y despedida cordial.

     Esta vez me corresponde 
como cronista oficial
la valoración final
de la que —mira por dónde—
     fue una marcha relajada
con buena temperatura,
y aunque sin mucha aventura,
siempre será recordada;
     mas acciones temerarias
le restan la puntuación, 
así que en esta ocasión
le daré cuatro sicarias.

Paco Cantos  24/6/2020

¡Ánimo, Nico y Rosana!

     Como apreciamos mucho a nuesta gente,
de forma afectuosa y muy cercana
queremos todos, calurosamente,
dar ánimos a Nico y a Rosana.

     Nico, tómate más cardo mariano,
seguro que te cura y que te sana.
Vuelve pronto a la Granja, que en verano
queremos otra vez verte, Rosana.

     Este momento es, pues, muy oportuno,
y la esperanza cada día crece,
para vernos, sin que falte ninguno,
todos, en la excursión quinientos trece.

Paco Cantos  4/4/2020

Los miércoles encerrados

     Es miércoles, y a pesar
de estar aquí en la ventana,
lamento, de mala gana,
que no me pueda escapar
     de mi casa, y encerrado,
estoy aquí, recluido,
arrestado y detenido.
Coronavirus malvado
     que nos has interrumpido
nuestra actividad más sana,
la mejor de la semana,
nuestro miércoles querido.

     Es miércoles, pero hoy,
si no voy, no es porque llueva,
es que dentro de esta cueva
recluso y cautivo estoy.
     Cuántos miércoles —lamento—
he dejado de acudir,
cuántos miércoles sin ir,
cuántos miércoles, ¡lo siento!
     Si ya desde tiempo ha
el agua el frío y el viento,
un gran estremecimiento,
produce en los de Alcalá,
     ahora pienso que ojalá
cayendo chuzos de punta,
toda la tropa conjunta,
los de Alcalá y los de allá,
     estuviéramos andando
bajo una intensa tormenta,
y aunque fuese muy violenta
marcharíamos cantando.
     ¿Qué es, pues, la felicidad?:
subir a La Maliciosa,
experiencia religiosa,
sensación de libertad,
  con vientos huracanados,
y ocho grados bajo cero,
a primeros de febrero,
¡y hoy nosotros, encerrados!

     Ha llegado el equinoccio,
se ven alargar los días,
es tiempo de romerías,
de diversión y de ocio.
     ¿Y qué es lo que toca ahora?,
algo que siempre se espera,
que, al entrar la primavera,
se acerca el cambio de hora,
     y estamos anonadados,
por las tardes hay más luz,
una hora más, ¡vaya cruz!,
¡una hora más encerrados!

     Me sobran gorros, chaquetas,
guantes, mochila, crampones,
las gafas de sol, bastones,
botas, guetres y raquetas,
     y hasta la crema solar
se está quedando obsoleta,
no hay rayos ultravioleta
y se me va a caducar;
     hay, sin falta, que buscar
alguna otra diversión
que ver la televisión,
y admito sin vacilar
     que, para los confinados,
no hay actividad más sana
que aplaudir en la ventana
por no estar tan encerrados.

     Bendita sea la aguanieve
que cayó en el Ventorrillo,
bendito sea el bocadillo
que se moja cuando llueve,
     bendita sea La Pedriza
que, aunque las piedras detestes,
mejor por zonas agrestes
que reclusión enfermiza.
     Mejor con lluvia y calados,
mejor fríos y ateridos,
mejor hartos y molidos,
mejor que estar encerrados.

     Es un tema de conciencia:
no salir, ¡que nadie vaya
ni a la sierra ni a la playa!,
es tiempo de penitencia,
     y el virus nos ha evocado,
que estamos en la cuaresma,
la actividad del GMSMA
—como todo— se ha parado
     por el virus del demonio.
¡Que se vaya a los infiernos!,
ni los «Miércoles Alternos»
ni «Miércoles con Antonio»,
     que por los hechos citados,
hoy nuestra organización
cambie su definición
a «Miércoles Encerrados».

Paco Cantos  25/3/2020

Lo dice el PRUG

Plan Rector Uso y Gestión, el PRUG, de aquí en adelante, decreto que, terminante, sacó la Administración, con especial atención —la sociedad lo reclama— de dotar de protección la sierra de Guadarrama. Pero leído el decreto, creo que estamos, ¿okey? —esto no es ningún secreto—, todos, fuera de la ley. Expongo a continuación algunas disposiciones que por nuestras aficiones nos incumben un montón: Al llegar a veinticinco deberemos, con decoro, esforzarnos con ahínco en rebajar el aforo, y en las zonas «restringidas» habrá, pues, que ser un lince con acciones atrevidas porque el límite es de quince; y lo dice el reglamento: no valen subdivisiones ni trucos, —¡cuánto lo siento!—,
como en otras ocasiones. Por las zonas de «reserva» se prohíbe caminar, y tus huellas en la hierba te podrían delatar. Además de Peñalara, hay más zonas restringidas, fuera de las permitidas, la multa puede ser cara. Si pernoctas en vivac, una noche sí podrás, el resto las pasarás al raso y con el coñac. Esto no es ningún secreto, parecemos una grey; lo dice el PRUG por decreto, nos quemarán en la hoguera, porque estamos todos fuera, todos fuera de la ley. El delito ya se fragua si dentro de una laguna de Peñalara, uno o una, mete la mano en el agua, y si tocas una rana, eso ya no es que esté mal, es que es una cosa insana: delito medioambiental. ¿Perros sueltos?, ¡no señor!, ni perseguir al vacuno por el equipo perruno; salvo el Bolo que es pastor. No alimentes animales, así que si ves al zorro que te pide, por el morro, comida, no le regales. Ni fotos ni grabaciones a nidos o madrigueras, pues sufren muchas presiones las alimañas y fieras. Mover señalización, poner o quitar un hito puede que sea delito, requiere autorización. Esto no es ningún secreto, parecemos una grey; lo dice el PRUG por decreto, nos quemarán en la hoguera, porque estamos todos fuera, todos fuera de la ley. Recoger alguna piña abierta está tolerado, mas cuidado con su estado, si está cerrada es rapiña. Esto me parece extraño: que recoger setas, ¡coño!, unas tan solo en otoño y otras puedes todo el año. Solo podrán coger moras vecinos empadronados; al GMSMA, pues, ¡señoras!, esto nos queda vedado. Tampoco piedras y rocas tú te las puedes llevar, podrían quedarnos pocas para poder escalar.
     Andando por el jaral
¿no te deja andar la jara?,
pues si alguno la talara, la multa sería brutal. En canchos y cantizales, por muy mágicos que sean, inscripciones y señales desfiguran y estropean. Esto no es ningún secreto, parecemos una grey; lo dice el PRUG por decreto, nos quemarán en la hoguera, porque estamos todos fuera, todos fuera de la ley. No hay que ser escandaloso porque el uso del silbato se castiga de inmediato; habrá que ser silencioso. Las noches de luna llena, linternas muy luminosas a luciérnagas nerviosas les pone, ¡caray qué pena! En La Pedriza los baños con firmeza se prohibieron, y ahora, después de tres años otros ríos le siguieron; el desconsuelo es notorio entre los que aman el baño, ni Venus, ni Purgatorio, ni Sócrates como antaño. Tirar cenizas de un muerto, ¡prohibido!, pero resulta que, ante este futuro incierto, dejo pagada la multa. Nos exigen sacrificios que nosotros aplaudimos: llevarse los desperdicios; ¡nosotros ya lo cumplimos! Esto no es ningún secreto, parecemos una grey; lo dice el PRUG por decreto, nos quemarán en la hoguera, porque estamos todos fuera, todos fuera de la ley.

Paco Cantos  14/3/2020

La cueva de Cueva Valiente

     Mis primeras excursiones
al puerto de los Leones,
recuerdos de adolescente;
Cabeza Líjar pasada,
alcanzó nuestra mirada
también a Cueva Valiente.

     Desde aquella expedición
rebosante de ilusión,
la sierra completamente
he visitado con creces;
desde entonces muchas veces
visité Cueva Valiente.

     Pero por varias razones
tras cuantiosas excursiones
y ascensos —curiosamente—,
nunca visité la cueva
cuya presencia da prueba,
del nombre Cueva Valiente.

     En San Rafael quedamos,
desde donde comenzamos
por la pista alegremente,
llamada del Ingeniero,
a finales de febrero,
subiendo a Cueva Valiente.

     Nunca es demasiado tarde
para hacer lo que te aguarde,
y así, merecidamente,
con la emoción que conlleva,
por fin visité la cueva
que existe en Cueva Valiente.

     Todos, pues, muy animados
entre pinos escarchados
por el hielo reluciente,
el paisaje contemplando
y haciéndonos fotos, cuando
vislumbré Cueva Valiente.

     Con hambre de cancerbero,
el bocata montañero
nos comimos ferozmente
siguiendo ya la costumbre,
en lo alto de la cumbre,
cumbre de Cueva Valiente.

     Finalizamos bajando,
al principio resbalando
y luego más suavemente;
no me cansé demasiado
ni se me hizo muy pesado
bajar de Cueva Valiente.

     Dime tú si me acompañas 
por las cuevas y montañas
a trotar valientemente
cuando el GMSMA nos lleva
primero a entrar en la cueva,
después a Cueva Valiente.

Paco Cantos  26/2/2020

La Pedriza sin piedras

Antonio nos convocó: «Excursión quinientos ocho»; ¿mentiría como Pinocho por lo que nos anunció? «... iremos a La Pedriza», —mal empieza la jugada, pues La Pedriza es cansada, sinónimo de paliza—, pero pronto lo arregló: «... no habrá piedras en la ruta, esta vez, sí se disfruta», porque otras veces cansó tanta piedra y tanta roca entre duelos y quebrantos, dirigiendo Paco Cantos, y gente, fue más bien poca. Cuando la convocatoria los gemesmeros leyeron muchos, pues, se lo creyeron; y pletóricos de euforia, vinieron ¡más de cuarenta! Con tantas facilidades… sin grandes dificultades… toda la tropa contenta. Comenzó así la excursión, sin pisar ningún guijarro; yo ya iba viendo el cotarro, pues en esa dirección subiríamos por las zetas, al punto más culminante de forma zigzagueante sin apenas agujetas; y al llegar a ese collado, collado de los Pastores, empezaron los temores —ya lo había imaginado—, pues numerosas pedreras encontraron nuestros pies al dirigirnos después al cerro de las Barreras, un roquedal puñetero que domina la cascada que forma el agua en bajada de lo alto el Ventisquero. Diferentes asistentes, sufrieron castigo eterno como Dante en el infierno, llantos y crujir de dientes, —¡Qué congojas, que agonías, vaya colosal paliza! —¡Estamos en La Pedriza!, ¿es que no lo suponías? Nos quedaba todavía llegar al cerro Ortigoso por terreno pedregoso, que así es esta orografía: áspera, dura y rocosa, mas poco tiempo después la notamos a los pies blanda, suave y esponjosa, cada vez más empinada, bajando hasta el Manzanares entre poblados pinares, por cuesta tan inclinada y descenso en demasía, que a la mañana siguiente me dolían, por la pendiente, los cuádriceps todavía. Pasamos La Charca Verde un sitio que fuera antaño una gran zona de baño, y gratis —que yo recuerde—, pero ahora los forestales con tres mil euros apañan a los bobos que se bañan en las charcas ilegales. Desde aquí, sin sufrimiento; con solo seguir el río llegaríamos, sin hastío, muy pronto al aparcamiento, y en lugar de por la pista volvimos por una senda que el GMSMA recomienda, ¡mucho más excursionista! La próxima de Pedriza no será descafeinada, ni será despedrizada, ni tampoco una paliza, al contrario, yo aventuro que divertida será, y la Pedriza tendrá todas sus piedras, ¡seguro!

Paco Cantos  12/2/2020

¡Contemplad todo Segovia!

  A El Dorado en Segovia, con ahínco,
nosotros acudimos veinticinco,
y esa jornada fue tan memorable
que os la voy a contar —es indudable—,
en versos reunidos de cinco en cinco:

Segovia, a seis de febrero
junto al ruedo del albero
los que somos de Alcalá
hemos llegado primero,
el resto ya llegará.
Tras bienvenida oficial
y el grupo bien retratado
—foto pa’El Adelantado—,
a San Antonio el Real,
primer lugar visitado,
fuimos todos en hilera,
y no tuvo gran misterio
tras una marcha ligera
—cinco minutos siquiera—
llegar a tal monasterio.
Su sala capitular,
su claustro y su artesonado
de forma rectangular;
allí se puede encontrar
patrimonio inesperado;
pueblan paredes y techos
armas, escudos y estrellas
y multitud de pertrechos,
Niños-Jesús contrahechos,
en las vitrinas aquellas.
Y de todas las clarisas
que este lugar ocuparon,
y en su capilla rezaron
sus oraciones sin prisas,
hoy tan solo tres quedaron.

Al salir del monasterio,
la hora del tentempié,
que consistió en un café
en un hotel algo serio
—ni siquiera un canapé—;
y en aquellos aposentos
Fernando nos obsequió
con una disquisición
sobre los enterramientos
en iglesias y conventos.

Dirigiéndose a destajo
Carolina, la anfitriona,
acueducto cuesta abajo
—¡vaya unas prisas, carajo,
si te paras te abandona!—.
Para ver su arquitectura,
nos dirigió con premura
al barrio de San Lorenzo
—¡a cansarme ya comienzo
de esta veloz andadura!—
Menos mal, que nos espera
la razón más importante
de esta mañana viajera:
el ansiado restaurante;
¡si te atrasas, comes fuera!

Tras el paseo andarín,
así comenzó el festín:
croquetas de tres sabores,
de espinacas, las mejores,
luego ensalada, y al fin
el dorado cochinillo
que apetitoso y crujiente
no se corta con cuchillo
sino a golpes de platillo
¡es algo muy sorprendente!,
y para finalizar
brownie, torrija o coulant,
eso nos puede engordar,
pero para adelgazar…
ascender, ¡ese es el plan!

¡La catedral nos espera!
Para subir a la torre
hay una inmensa escalera
que sus tres pisos recorre,
mas no la subes entera,
ciento noventa escalones
con tres pisos o jalones.
El primero con asientos
en estancia sin balcones
para ver las proyecciones.
El segundo es residencia
donde vivió el campanero
con toda su descendencia,
¡hay que ser aventurero
y tener gran resistencia!
La estrechura nos agobia
y un temblor involuntario
nos produce claustrofobia,
pero al ver el campanario
contemplas todo Segovia.
Hay diez campanas colgando
en enormes aberturas,
a cuatro puntos mirando,
desde estas grandes alturas,
al «veo, veo» jugando:

—Veo, veo.
—¿Qué ves?

Allá abajo muy cercano
el acueducto romano;
y a lo lejos fría y yerta,
aunque en muy distinto plano,
Peñalara y Mujer Muerta.

—Veo, veo.
—¿Qué ves?

Aunque ya no se ve el río,
en el hueco del Clamores
vemos un poco sombrío,
hoy todavía sin flores,
el cementerio judío.

—Veo, veo.
—¿Qué ves?

Para ver el impasible
Alcázar que mira al tajo,
aunque nos cueste trabajo,
y aunque parezca increíble,
¡has de mirar hacia abajo!

—Veo, veo.
—¿Qué ves?

Hacia el Parral miras, pues,
y a los pies de estas campanas
todos los tejados ves
de las casas segovianas
con las tejas del revés.

    El grupo estaba contento por el acontecimiento. —A bajar por la escalera. —¡Pues, menuda nos espera, otra vez más sufrimiento! Tras la bajada infernal, una visita liviana por toda la catedral, le puso el broche final a la excursión segoviana. Serían razones innecesarias añadir aforismos y estribillos, mas, no existiendo opiniones contrarias, por esta vez, en lugar de sicarias, otorgaremos cinco cochinillos.

Paco Cantos  6/2/2020

La Cabrera ¿o el cabrero?

     Esta vez fue la tercera
vez, que yo contorneara
la sierra de la Cabrera,
peña de granito y jara
escarpada y altanera;
     otras veces soleada,
mas esta vez la neblina
impidió a nuestra mirada
ver de lejos casi nada
del entorno que domina.

     Por el pueblo comenzamos
camino de San Antonio,
aunque esta vez no pasamos,
y por tanto nos quedamos
sin mirar el patrimonio
     que conserva este convento,
un grande descubrimiento
que en dos veces visitado,
su paz y recogimiento
nuestro grupo ya ha admirado.

     Lo siguiente fue asistir
a un poblado visigótico,
mas os digo sin mentir:
solo vi un montón caótico
de piedras sin construir.
     El cerro de la Cabeza,
fue lugar del refrigerio
tomado con ligereza,
discutiendo con criterio
sobre decir juez o jueza.
     Se suscitó un gran debate
sobre sexo del lenguaje,
si es lógico o disparate,
si es mensaje o es montaje,
—que alguno nos lo constate—;
     si la fiscal es fiscala,
la concejal, concejala,
cuando se trata de hembra
¿deberá decirse miembra?
¿y se llamará Pascuala?
     Y yendo por la Cabrera
comentando la manera
de palabreo abusivo
con que el lenguaje inclusivo
a veces nos desespera,
     digo yo, que considero
que igual que la primavera
viene después de febrero,
además de la Cabrera
hubo también un cabrero.

     Esta vez los cinco ¿perros?,
no es que quiera daros guerra,
mas si el lenguaje no yerra
ni yo me voy por los cerros:
cuatro perros y una perra
     con sus amos y sus amas,
trotaron harto felices
tras conejos y perdices,
entre jaras y retamas,
     por las pedrizas aquellas
en que tras unos resuellos
se marcharon las estrellas
fugaces, y además de ellas,
se marcharon los estrellos.

     La vuelta se emprendería
por el norte de la cuerda:
a derecha crestería
y el barranco por la izquierda,
     rodeando las aristas
por los caminos previstos.
Vimos dañando las pistas
—digo yo— dos motoristas,
quizá fueran motoristos.
     Al pasar el punto aquel,
por el collado de Alfrecho,
ya solo quedaba un trecho
hasta el pico de la Miel
     que subir no aconsejaban
la intensa niebla y el hielo;
nuestro único consuelo:
las birras nos esperaban.

     Se terminó la proeza
con torreznos y cerveza,
senderomagos galantes,
senderomagas radiantes,
y al final ¿fue juez o jueza?
     Senderistas, senderistos
motoristas, motoristos
senderomagos y magas,
repeticiones aciagas
para los vocablos mixtos,
     que el machismo o feminismo
no está en el vocabulario
es algo más voluntario
del interior de uno mismo.

     No sé si me atrevería
a recontar las sicarias
porque sicarios no habría
y alguna me acusaría
de intenciones arbitrarias;
     perdonad mi intromisión,
quizás me pase de listo,
pues esta no es mi misión;
que valore la excursión
la cronista... o el cronisto.

Paco Cantos  15/1/2020

Resumen de 2019

     Me dijeron: «¿Quién se atreve
a elaborar una breve
narración de las acciones
hechas en las excursiones
de este dos mil diecinueve?»
                   
     Si vale cualquier formato,
aunque no soy literato
ni compongo maravillas,
un resumen en quintillas
yo lo escribo de inmediato.

     Y así, sin interrupciones,
os expongo sin engaño
las que son, sin digresiones,
para mí, las  excursiones
más importantes del año:

     No ha sido un año de nieves;
utilizar los crampones,
los guetres y los bastones,
en ocasiones y breves;
¡ya no nieva en condiciones!

     Ha habido algún aguacero
sobre todo, aquel de enero,
aunque siendo de Alcalá,
para acudir considero
primero si lloverá.

     Además de senderistas
hemos sido piragüistas,
espeleólogos audaces,
alguna vez caballistas
y gastrónomos voraces.

     Ordena la tradición
empezar la temporada
con la clásica ascensión
al San Pedro en procesión,
y la norma fue observada.

     También ha habido otros planes
a alguna zona especial:
Córdoba con sus sultanes,
Islandia con sus volcanes
y el Esgueva natural.

     Y en cuanto a gastronomía
cosas más gratificantes
que la bocadillería:
nadie nos impediría
ir a buenos restaurantes.

     Hacer caminos lejanos
por las  tierras de Segovia
nos atrajo parroquianos
—conste que no tengo fobia—
cada vez más segovianos.

     Al menos una docena
de excursiones veraniegas,
nocturna con luna llena,
y baños con los colegas;
¡la canícula fue buena!

     Hubo un heroico cuñado
que atrevido se arrastró
sobre el hielo congelado
de un pequeño lago helado
y el móvil le rescató.

     Visitamos la Pedriza,
para muchos demasiado
porque les aterroriza,
para mí un poco mermado,
pues la «Pedri» me hipnotiza.

     Nos recorrimos sin fin
de La Granja a Valsaín,
de la mano de Rosana,
que se volvió con desgana
a su entorno mallorquín.

     Las clásicas  excursiones
plagadas de sensaciones
al valle de la Fuenfría,
al del Lozoya, al Cambrones
y también a Navafría.

     Ángel siempre «adelantado»
y Marcos con sus dibujos
en foto o en ilustrado
en papeles han mostrado
nuestra imagen sin tapujos.

     Calculados los recuentos
de todas las excursiones
tenemos que estar contentos;
según las estimaciones,
ya pasamos de quinientos.    

     En fin, estas y más cosas
hicimos en este año,
y aunque nos parezca extraño,
aun por zonas escabrosas,
casi nadie se hizo daño.

Paco Cantos  1/1/2020