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La Cabrera ¿o el cabrero?

     Esta vez fue la tercera
vez, que yo contorneara
la sierra de la Cabrera,
peña de granito y jara
escarpada y altanera;
     otras veces soleada,
mas esta vez la neblina
impidió a nuestra mirada
ver de lejos casi nada
del entorno que domina.

     Por el pueblo comenzamos
camino de San Antonio,
aunque esta vez no pasamos,
y por tanto nos quedamos
sin mirar el patrimonio
     que conserva este convento,
un grande descubrimiento
que en dos veces visitado,
su paz y recogimiento
nuestro grupo ya ha admirado.

     Lo siguiente fue asistir
a un poblado visigótico,
mas os digo sin mentir:
solo vi un montón caótico
de piedras sin construir.
     El cerro de la Cabeza,
fue lugar del refrigerio
tomado con ligereza,
discutiendo con criterio
sobre decir juez o jueza.
     Se suscitó un gran debate
sobre sexo del lenguaje,
si es lógico o disparate,
si es mensaje o es montaje,
—que alguno nos lo constate—;
     si la fiscal es fiscala,
la concejal, concejala,
cuando se trata de hembra
¿deberá decirse miembra?
¿y se llamará Pascuala?
     Y yendo por la Cabrera
comentando la manera
de palabreo abusivo
con que el lenguaje inclusivo
a veces nos desespera,
     digo yo, que considero
que igual que la primavera
viene después de febrero,
además de la Cabrera
hubo también un cabrero.

     Esta vez los cinco ¿perros?,
no es que quiera daros guerra,
mas si el lenguaje no yerra
ni yo me voy por los cerros:
cuatro perros y una perra
     con sus amos y sus amas,
trotaron harto felices
tras conejos y perdices,
entre jaras y retamas,
     por las pedrizas aquellas
en que tras unos resuellos
se marcharon las estrellas
fugaces, y además de ellas,
se marcharon los estrellos.

     La vuelta se emprendería
por el norte de la cuerda:
a derecha crestería
y el barranco por la izquierda,
     rodeando las aristas
por los caminos previstos.
Vimos dañando las pistas
—digo yo— dos motoristas,
quizá fueran motoristos.
     Al pasar el punto aquel,
por el collado de Alfrecho,
ya solo quedaba un trecho
hasta el pico de la Miel
     que subir no aconsejaban
la intensa niebla y el hielo;
nuestro único consuelo:
las birras nos esperaban.

     Se terminó la proeza
con torreznos y cerveza,
senderomagos galantes,
senderomagas radiantes,
y al final ¿fue juez o jueza?
     Senderistas, senderistos
motoristas, motoristos
senderomagos y magas,
repeticiones aciagas
para los vocablos mixtos,
     que el machismo o feminismo
no está en el vocabulario
es algo más voluntario
del interior de uno mismo.

     No sé si me atrevería
a recontar las sicarias
porque sicarios no habría
y alguna me acusaría
de intenciones arbitrarias;
     perdonad mi intromisión,
quizás me pase de listo,
pues esta no es mi misión;
que valore la excursión
la cronista... o el cronisto.

Paco Cantos  15/1/2020

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