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Los Ojos del Río Moros

    Por la calzada romana
vetusta y llena de cantos
íbamos los veintitantos,
camino de la Fuenfría,
todo el tiempo cuesta arriba
por los caminos de grava
mientras alguno exclamaba:
¡Vaya cuesta, madre mía! 

    El miércoles precedente,
desde el Pasapán al Oso
hizo un calor bochornoso.
¡Hay que ver, quién lo diría!
Qué cambio tan repentino,
hoy, que vengo de verano,
hace un aire siberiano
al llegar a la Fuenfría. 

    ¿Quién se ha dejado en Segovia 
alguna ventana abierta?,
pues hasta la Mujer Muerta
hoy tiene un aire glaciar.
¡Vaya frío que hace en mayo!
si llego a saberlo antes
habría traído guantes,
y un denso forro polar. 

    Subimos hasta el Minguete
¿Y qué hay del Montón de Trigo?
Mejor no contéis conmigo,
subiré en otra ocasión,
pero hasta la Tirobarra,
cerca de la Pinareja,
si la ventolera deja
no es mala proposición. 

    Otra vez aire del norte
bajemos, pues, hacia el valle
y os explicaré un detalle
que os extrañará un montón:
En un lugar aquí cerca
sale el agua de la tierra,
agua pura de la sierra
que brota de sopetón. 

    Son los Ojos del Río Moros,
donde nace, de repente,
como si fuera una fuente
este río montañés,
lugar de merienda y siesta
del cansado caminante,
un momento relajante
para proseguir después. 

    Otro punto de la ruta
nos lleva a la Marichiva
por una senda atractiva
de perfil horizontal
que, sin muchos sufrimientos,
por un pinar sorprendente,
nos lleva directamente
al límite provincial. 

    Ya era todo cuesta abajo.
Por un camino empinado,
sin atajar demasiado,
que como dice el refrán:
«No hay atajo sin trabajo»
Al final hay una puerta,
¿está cerrada o abierta?,
que lleva a Majavilán .

    Y en Casa Cirilo, todos,
apurando las cervezas
nos contamos las proezas
de la pasada excursión, 
que, aunque lejos de Cazorla,
y en entorno muy opuesto,
acabamos, por supuesto,
con total satisfacción.

   Paco Cantos  25/5/2022