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Cabeza Mediana nevada

  Vientos fuertes racheados,
varios grados bajo cero;
no estábamos en enero
para dar tal predicción.
Preparé el termo caliente,
unos gruesos pantalones,
guantes, guetres y crampones,
propio para la ocasión.

     Para ir a Peñalara
en los Cotos nos citamos
¡Ojalá no nos nevara
al empezar la excursión!,
mas no fue tal el problema 
sino otro impedimento:
no quedaba aparcamiento
¡Pues menudo papelón!

  ¡Tranquilos, nadie se alarme!
Cambiaremos las alturas
por los valles y llanuras
con total celeridad,
que esto ya nos ha ocurrido:
cuando algo le sobreviene
el GMSMA siempre tiene
mucha flexibilidad.

  Nos marchamos a la Isla,
a empezar nuestra aventura
al valle de la Angostura,
donde el tiempo se cambió,
y la meteorología,
como por encantamiento,
la nevada, frío y viento,
todo desapareció.

  Un hermoso mirador,
mirador de los Robledos,
que alcanzamos sin denuedos,
fue nuestro primer jalón
desde donde contemplamos
Peñalara despejada,
toda la zona nevada
y unas vistas de impresión.

     La nieve recién caída,
de blancura cubriría
toda nuestra travesía
desde principio a final;
en perfecta conjunción,
la mañana soleada
y la nieve inmaculada
parecía una postal.

  Íbamos muy distraídos
cuando inesperadamente, 
nos sorprendió, de repente,
la hora del tentempié,
y allí, sobre aquella nieve,
cualquier bebida caliente
nos vino perfectamente,
chocolate o consomé.

  Proseguimos por la pista
que, de forma relajada,
tras una cuesta empinada,
nos condujo sin tardar
hasta Cabeza Mediana,
que fue el punto culminante,
ya que de aquí en adelante
todo sería bajar.

  Pero es costumbre en el grupo
testimoniar nuestra estancia
posando, con arrogancia,
en el vértice en cuestión,
con la toma compulsiva
de fotos inolvidables,
como pruebas indudables
de toma de posesión.

  Seguimos nuestro camino
y llegaron los momentos
de tomar los alimentos,
¡mi bocata de jamón!,
que nos comimos sentados,
y aprovechando unos riscos,
le dimos unos mordiscos
y seguimos la excursión.

  Seiscientos metros después
arribamos al collado
de Malabarba, y al lado,
la bajada comenzó,
entre pinos y nevada
con la máxima pendiente,
Antonio, directamente,
al Lozoya nos bajó. 

  Después tan gran bajada
por la pista y llaneando 
nos fuimos aproximando
a donde todo empezó,
y en la zona de la Isla
incólumes y sin daños
Leonor por su cumpleaños
a las cañas invitó.

  Me correspondió esta vez
también, por añadidura,
valorar nuestra aventura
a lo cual no me negué,
y este es, pues, mi parecer:
Por el paisaje nevado
y el día tan soleado
cuatro sicarias daré.

Paco Cantos  9/12/2020